sábado, 22 de abril de 2017

Mi ser entero temblaba, no podía soportar la crudeza de la Verdad. Antes de llegar a la Luz, anduve de rodillas, arrastrándome en el fango de la ignorancia.
Mis ojos, enrojecidos de tanto llorar, buscaban a alguien a quien amar. Solo veía el fulgor de mi hombre divino a mi lado que me enseñaba Sabiduría, mientras que mi bebé iba saliendo de entre mis piernas. Todo era brillante y luminoso, no había separación entre mi hijo y yo, todo era una corriente de luz emanando de mi ombligo, metiéndose por mis tobillos, subiendo por mi coxis, tejiendo puentes luminosos entre cada uno de los puntos de energía a lo largo de mi columna vertebral. Las flores, las plantas y las hojas a mi alrededor, me susurraban su energía sanadora. Me enseñaban cómo atrapar la luz que salía de mi vientre, colmada de fuerza, latente en el Nacimiento. Mis entrañas quemaban y mis piernas quedaban marcadas por los látigos de la sangre que fluía de mi parto.

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