viernes, 21 de julio de 2017

Así, pues, escribo para que el Bien siga regando sus aguas de curación hacia el merecedor de la felicidad. La Luz es el principio básico de donde emerge la Realidad Suprema, una realidad fuerte y serena, dichosa y amarga; amarga, porque me hizo ver cómo el poder del amor es desaguado por el agujero oscuro de la irracionalidad.
Amarga es la vida de aquel que destila veneno desde lo hondo de su ser hacia su propia creación y hacia su propia destrucción, acontecida ya una y mil veces al clavar la estaca del infanticidio en la cuna de la humanidad. Una existencia sin sentido es el flujo amargo que los hombres sin poder cultivan con sus manos carentes de vida. Así, pues, el mundo de ahora es el orfanato donde los hombres luchan por un pedazo de tranquilidad mental, orfanato que es el círculo donde se agrupan los hombres y las mujeres cuyas vibraciones se encaminan hacia la destrucción del hombre mismo. El mundo es un lugar inhóspito, un albergue de desazón donde los terrícolas se identifican con todas las plagas de la Biblia, pero la gran plaga del hombre es el ego. Solo el Poder puede despertar al águila real dormida dentro de las faldas del intelecto.

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